PASTORAL
PENITENCIARIA Y PASTORAL DIOCESANA DE CONJUNTO
La
Pastoral Penitenciara es la acción de la Iglesia en el mundo penitenciario, a
favor de las personas que viven, han vivido o se hallan en riesgo de ser
privados del don de la libertad.
Los seres humanos hemos sido creados
libres, aunque las leyes de los hombres, regulan este don en base a principios
de “convivencia” social, variables según la época histórica, y los gobiernos de
cada pueblo.
I.- LA PASTORAL PENITENCIARIA EN LAS
DIOCESIS
La
Pastoral Penitenciaria forma parte del conjunto de las pastorales de la
diócesis y como tal tiene y debe tener su reconocimiento en el marco de toda la
pastoral diocesana.
Este
reconocimiento vendrá impuesto por la creación de un organismo diocesano que dé
cobertura y organización a todo lo relacionado con la acción pastoral de la
diócesis en la cárcel y su entorno.
Mons.
Luís Martínez Sistach, a la sazón obispo de Tortosa y actual prelado de
Barcelona, decía en las VI Jornadas Nacionales de Capellanes de Prisiones (Madrid,
12-13 de Febrero de 1993) que “la Pastoral Penitenciaria es responsabilidad
de toda la Iglesia diocesana. La necesidad de que toda la diócesis sea
consciente y responsable de la Pastoral Penitenciaria no es una exigencia
solamente de orden funcional y de eficacia. Es también una exigencia de orden
eclesiológico, por la misma naturaleza de la Iglesia particular. Es esta la que
hace presente y operante toda la Iglesia de Cristo”. (Martinez Sistach,
Mons. Luís: “Naturaleza Teológico-Canónica de la Capellanía de Prisión”, en la
publicación nº 0 del Secretariado de Pastoral Penitenciaria “Pastoral
Penitenciaria y Comunidad Cristiana”. Pág.10, Madrid, 1993).
Y para que la
comunidad diocesana pueda desempeñar con fidelidad y eficacia esta
responsabilidad, añade Mons. Martínez Sistach:
“Es
necesario disponer de un organismo de Pastoral Penitenciaria. La finalidad de
este organismo diocesano consiste en programar y revisar las acciones a
realizar en los diversos campos de atención a los presos, a sus familias, y a
la fase poscarcelaria, concienciar a las comunidades cristianas y conseguir la
debida formación y capacitación de los agentes de pastoral penitenciaria” (O.c,
pág. 27).
“La
Pastoral Penitenciaria está llamada a evangelizar a los hombres y mujeres que
están en las prisiones. Para ello es necesario darle en cada diócesis a esta
pastoral la mejor configuración e institucionalización, pero la comunidad
diocesana al ofrecer este servicio se enriquece, los pobres y los presos
evangelizan y así la Iglesia diocesana y todas sus comunidades manifiestan más
claramente el auténtico rostro de Cristo, el amor infinito de Dios” (O.c,
pág.29)
1.1.-
Ambito de la Pastoral Penitenciaria
Los
objetivos de la Pastoral Penitenciaria en la actualidad transcienden la propia
cárcel. Hablamos de Pastoral Penitenciaria en prevención, prisión e inserción,
áreas que rebasan la misma prisión y superan la Capellanía de prisiones. Pero
esta superación geográfica y conceptual nos lleva a abrirnos más y a superar la
estructura de Capellanía Penitenciaria para situarnos en la calle, en la
sociedad, en la diócesis: de ahí la necesidad de hablar de la Pastoral
Penitenciaria como una pastoral más dentro de las diversas pastorales de la diócesis.
1.2.-
La Pastoral Penitenciaria en el organigrama pastoral de la Diócesis
José
Angel Ubieta López (sacerdote, ex-Vicario General y , a la sazón, delegado
diocesano del Clero en la diócesis de Bilbao) nos decía en las VI Jornadas
Nacionales de Capellanes de Prisiones (Madrid, 12-13 Febrero de 1993)
que: “Con la fórmula realista que progresivamente convenga, desde el grupo
inicial que reúne las fuerzas dispersas, o la Coordinadora que relaciona la
variedad de grupos y acciones, o el Secretariado diocesano como institución
reconocida. Cualquiera de estas fórmulas, especialmente la última, multiplica
las posibilidades de la Capellanía, al relacionarla con otros departamentos y
realidades diocesanas y sentir el apoyo de otras fuerzas eclesiales. Desde esta
plataforma constituída se tiene una visión global diocesana y se facilitan
contactos intradiocesanos y extradiocesanos”. (Ubieta López, José Angel:
“Pastoral Penitenciaria y Parroquia”, en la publicación nº0 del Secretariado de
Pastoral Penitenciaria “Pastoral Penitenciaria y Comunidad Cristiana”. Pág 43,
Madrid, 1993).
El
Padre José Sesma León (religioso mercedario y director del Departamento de
Pastoral Penitenciaria, CEPS, en la Conferencia Episcopal Española), en las
I Jornadas Nacionales de Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciaria (Madrid,
8-10 de Febrero de 1995) nos decía. “Por la inclusión de la Pastoral
Penitenciria en los Planes Pastorales diocesanos y parroquiales se hará que los
servicios de ésta no sean heroicos y excepcionales, sino frutos normales de la
comunidad cristiana, que se abre al marginado y marcado por la experiencia de
la cárcel, acogiéndolo como hermano e integrándolo comunitariamente, siendo la
comunidad puente para su integración y normalización social”. (SESMA LEON,
José: “Objetivos actuales de la Pastoral Penitenciaria”, en la publicación nº5
del Secretariado de Pastoral Penitenciaria “LA PASTORAL PENITENCIARIA EN LA
DIOCESIS”, Págs. 40-41, Madrid, 1996).
Como
nos decía en su mencionada conferencia Mons. Luís Martinez Sistach, el valor
teológico de la Pastoral Penitenciaria nos llevar a evitar un doble riesgo: que
esta pastoral se convierta en una pastoral aislada, desvincualda del resto de
la pastoral diocesana, y que quede excluída a una actividad meramente accidental
o yuxtapuesta a otras tareas más importantes. (Christus Dominus, 11/
C.Vaticano II).
II.- MARCO COMUN PARA UN ORGANISMO
DIOCESANO DE PASTORAL PENITENCIARIA
Constatada
la necesidad de promover con criterios comunes el desarrollo e integración de
la Pastoral Penitenciaria en las diversas diócesis, al término de las V
Jornadas Nacionales (Madrid 17-19, Octubre 2001), los Delegados particiapentes
dieron su aprobación al docuemento titulado “LA DELEGACION DIOCESANA DE
PASTORAL PENITENCIARIA: ORIENTACIONES Y CRITERIOS”. Documento que elaborado
durante seis largos años por la comisión designada en 1995 con las aportaciones
de los Delegados diocesanos y demás agentes pastorales penitenciarios, respeta
la singularidad y autonomía de cada Diócesis y posibilita la unidad de la
Pastoral Penitenciaria en todo el Estado Español.
Este
documento se encuentra publicado en el nº. 29 (Octubre 2002), Págs. 4-5 de
PUENTE, el Boletín Informativo trimestral del Departamento de Pastoral
Penitenciaria.
III.- ESTRUCTURACION DEL ORGANISMO
DIOCESANO DE PASTORAL PENITENCIARIA
Aunque
ciertamente cada diócesis tiene sus propias particularidades, sí hay elementos
que pueden ser comunes a lo que sería la estructuración del organismo diocesano
de Pastoral Penitenciaria.
3.1.-
El Obispo
Toda
organismo diocesano debe contar con el respaldo, apoyo y aprobación del Obispo.
Como
ya nos decía José Antonio Pagola en el I Congreso Nacional de Pastoral
Penitenciaria (Madrid, 1996), “el Obispo es el primer evangelizador y el que
preside la Caridad de la Iglesia diocesana … El Obispo ha de preocuparse de que
exista en su diócesis una Pastoral Penitenciaria, es decir una estructura que,
en la medida de lo posible, asegure a nivel parroquial, arciprestal y diocesano
la acción evangelizadora y la atención al mundo de los presos”. (PAGOLA
ELORZA, José A.: “La Iglesia Diocesana y la prisión”, en CORINTIOS XIII nº 41
(enero-marzo 1987) Págs. 140 y 141).
El Obispo
debe aprobar la constitución del organismo diocesano y nombrar a un responsable
del mismo. Reproduciendo el pensamiento del ya mencionado José Antonio Pagola,
los obispos tendrán varios cometidos importantes:
a)
mantener contacto directo con los presos, expresos y familias
b)
estimular mediante palabras y gestos la conciencia de la comunidad diocesana y
de la sociedad ante los problemas de los presos.
c)
tener una adecuada y correcta información sobre el tema penitenciario
d)
visitar las prisiones y los presos
e)
realizar una labor de concienciación y educación cristiana en este terreno
3.2.-
Responsable del organismo diocesano
Será
nombrado por el obispo para un plazo determinado de tiempo. El perfil,
siguiendo las indiciaciones de Sebastián Alós Latorre (sacerdote,
ex-director de la comisión episcopal de apostolado seglar y actual delegado
episcopal de pastoral social en la archidiócesis de Valencia) en la I
Asamblea Nacional de Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciria (Madrid,
febrero de 1995) podría ser el siguiente: (ALOS LATORRE, Sebastián: “Perfil
y misión del Delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria”, publicado en “LA
PASTORAL PENITENCIARIA EN LA DIOCESIS”, Secretariado de Pastoral Penitenciaria,
Nº 5. Madrid, 1996. Págs. 63-78)
a)
Sensibilidad social y experiencia. El responsable diocesano deberá tener una
especial sensibilidad por el mundo de los pobres y en concreto por el de los
presos, para dar respuesta a las múltiples situaciones e interrogantes de los
presos y la sociedad entera. Sensibilidad especial tanto para la intervención
en este campo pastoral como para la posterior sensibilización de la diócesis y
la sociedad.
b)
Formación doctrinal. Sebastián Alós habla de una formación en Doctrina
Social de la Iglesia: parte de la teología y en concreto dela teología moral; y
además, no sólo instrumento sino contenido de la evangelización.
c) Actitud Pastoral. Seguimos citando a Sebastián Alós quien
presenta como modelo de actitud pastoral la figura del Buen Pastor, preocupado
por los alejados, y especialmente, por los más necesitados entre los que se
encuentran los presos.
d)
Espiritualidad de la misión. Esta espiritualidad viene manifestada a
través de reconocer a Cristo en los presos, viendo a los presos desde Dios y a
Dios desde los presos.
En
este apartado también voy a introducir las tareas o competencias que
debería tener el responsable diocesano de la Pastoral Penitenciaria:
a)
Elaborar, junto con su equipo, el programa diocesano de Pastoral Penitenciaria.
b)
Impulsar y animar los programas pastorales en vigor.
c)
Convocar y coordinar todas las instituciones y personas que formen parte del
organismo diocesano de Pastoral Diocesana. Lógicamente todo grupo de Iglesia
que tenga vinculación con el mundo de la prisión deberá estar en dicho organismo.
d)
Representar a la Pastoral Penitenciaria ante las autoridades eclesiásticas y
civiles.
e)
Formar parte del Consejo diocesano de Pastoral.
f)
Convocar y presidir las reuniones y asambleas diocesanas de Pastoral
Penitenciaria.
g)
Informar al Obispo de las actividades y programas en desarrollo.
3.3.-
Caracteristicas del voluntariado penitenciario cristiano.
“La
tarea evangelizadora en el mundo de la prisión requiere un saber hacer
que nace de la sensibilidad cristiana y de la preparación adecuada de los
trabajadores pastorales. No son suficientes ni la buena voluntad ni la pura
generosidad. Los presos necesitan ayuda, pero no cualquier tipo de ayuda. Quien
se dedique a esta actividad pastoral, ha de estar dotado de unas aptitudes y
adquirir una preparación básica y específica” (Carta Pastoral de los Obispos
de Bilbao Mons. Luis-María Larrea y Mons. Juan María Uriarte: “Hermanos y
amigos de los presos”. Bilbao, 25 diciembre 1990. Pág. 28)
3.3.1.-
Pefil del voluntario de Pastoral Penitenciaria
Persona
de fe, creyente
Persona de Iglesia (con sentido eclesial)
Persona
orante
Persona
de equilibrio psicológico, afectivo y emocional
Persona
vocacionada por el mundo de la prisión
Persona
en proceso de formación
Formación
Pastoral
Formación
técnicojurídica
Persona
con capacidad de coordinación
3.3.2.-
Actitud que deberá tener en la carcel, qué postura debera adoptar.
Para
esta reflexión voy a traer a colación la exposición que hizo Eduardo
Bofill, psicólogo del Centro de Menores
de Nazaret (Alicante) al voluntariado de Alicante con la ponencia “Psicología
del voluntariado de prisiones”. (BOFILL TORTOSA, Eduardo: “Psicología del
voluntariado de prisiones”. Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciria de
Alicante, nº 6. Alicante, 2000. Págs. 5-8).
Nos dice Eduardo Bofill que hay que
adoptar unas actitudes que nos falicilten el encuentro con el otro:
a)
Saber mirar: “ lo que el ojo no ve”.
“Observar
la vida del otro implica ir desde mi mundo y mi vida hasta su mundo y su vida.
Esto que parece tan simple, en realidad no lo es tanto, ya que partimos de
profundas diferencias en nuestras respectivas historias personales. Y desde
ellas miramos. Y si no tengo en cuenta esto, es muy posible que proyectos sobre
la vida de otros mi propio estilo de vida, mis normas, mis valores, y que por
ello, en mi mirada acaben por instalarse juicios de valor que me conduzcan de
la mano por el seguro camino del etiquetaje. Soy yo quien tiene que ir hasta
sus vidas y no traerlos hasta la mía; flexibilizar e incluso cuestionar mi
propia realidad para acercarme a la del otro”.
b)
Saber escuchar: “no seamos sordos a sus llamadas”
“Toda
escucha supone que estamos atentos a alguien que está emitiendo, o no, un
mensaje. Tan importante es lo que se dice como lo que no se llega a decir (casi
me atrevería a decir que lo segundo más). Lo que ocurre es que vivimos en una
sociedad en que los silencios no tienen significado, o mejor dicho, son una
buena oportunidad para rellenarlos de publicidad. A veces me he encontrado
“vendiendo” a la gente con la que trabajaba un programa determinado que le iba
a solucionar todos sus problemas, sin alcanzar a entender por qué mi entusiasmo
no era correspondido. En determinadas ocasiones todos aquellos que nos
acercamos de diversos modos a contextos de exclusión nos convertimos en
vendedores ambulantes de propuestas que no tienen cabida más que en nuestros
propios modos de vida. Quizá es que no sabemos movernos en los silencios, y por
tanto no permitimos otra palabra que no sea la nuestra, porque ¡nos podrían
dejar sin palabra!. Una de las cosas que más me costó cuando empecé a trabjar
como educador de calle fueron los silencios: cuando iba con algún chaval a un bar
nos quedábamos varios minutos sin decir nada...; y los minutos se me hacían
horas, mientras mi cabeza intentaba buscar algún tema de conversación que
siempre era contestado con sí o no. Poco a poco fui descubriendo que la
comunicación no siempre pasa por las palabras, que a veces también tiene que
ver con la cercanía y la credibilidad”.
c)
Saber aprender: “no el mucho saber...”
“Saber
aprender a lo largo de nuestra vida supone estar abierto constantemente a
nuevos planteamientos, que impidan la rigidez y superioridad del que se acerca
a otro desde una posición de privilegio social y personal... La unión entre la
formación, el compromiso y la sensibilidad es lo que nos permitirá avanzar por
ese difícil sendero entre mi vida y la de ellos, y llegar a niveles de
encuentro que hagan posible aportar una pequeñita luz en esa noche de tormenta
por la que transcurre la vida de tanta gente”.
d)
Saber ser uno mismo: “romper fachadas”
“Con
los tres puntos anteriores estamos trazando un itinerario de “bajada” hacia la
autenticidad personal, tal como es recogida por los diferentes autores de la
escuela humanista. Y la condición fundamental para ser auténtico en la relación
interpersonal es la de conocer y aceptarse a sí mismo”.
“Ser uno mismo nos coloca en una situación
de fragilidad, de vulnerabilidad, a la vez que nos hace estar accesibles para
todos aquellos cuya vida está cimentada en los márgenes del sistema”.
IV.- LA PASTORAL PENITENCIARIA
INTEGRADA EN LA PASTORAL DIOCESANA.
Hasta
que no se produzca una total y normal integración de la Pastoral Penitenciaria
en la Pastoral de la diócesis no se dará una auténtica madurez a adultez de
esta pastoral. Sólo en el momento en que es asumida como una pastoral más, con
toda la estructura que ello conlleva podremos hablar de la integración de esta
pastoral en la Pastoral de la diócesis.
Esta
integración vendrá por un desarrollo a nivel particular de esta pastoral y por
una normal coordinación con otras pastorales, especialmente las que se muevan
en el campo de lo social.
En
este punto de reflexión me viene a la mente la pregunta que frecuentemente nos
hacemos: ¿La Pastoral diocesana ha asumido adecuadamente la Pastoral
Penitenciaria? Esta es una pregunta que debemos hacernos cada uno/a mirando
nuestras respectivas diócesis.
¿Qué
supone dicha integración? Pues que esté representada en los organismos
diocesanos: Consejo Diocesano de Pastoral, Delegación de Acción Social,... y
otros grupos que traten de coordinar la acción social de una diócesis. Es desde
ahí desde donde debemos valorar dicha integración.
V.- PASTORAL PENITENCIARIA Y PASTORAL
DE CONJUNTO
No
podemos hablar de la Pastoral Penitenciaria fuera de la Pastoral de conjunto de
una diócesis. Es una pastoral más y como tal hay que tratarla. Tendrá unos
objetivos generales marcados por la diócesis y otros concretos marcados como
propios por la Pastoral Penitenciaria.
Una
diócesis empeñada en la educación de la fe, no puede olvidar a estos hombres y
mujeres, que aún privados de libertad, tienen derecho al anuncio del evangelio
y tienen derecho también a escuchar un mensaje liberados y de esperanza que les
ayude a sobrellevar dignamente su privación de libertad, y les ayude a
redescubrir un sentido nuevo a su vida.
La
Pastoral Penitenciaria es responsabilidad de toda la Iglesia diocesana y de
cada comunidad parroquial con un programa y una organización. Así nos lo
recuerda la Carta a los Hebreos (3,13): “Acordaos de los presos como si
estuvierais presos con ellos”. Es una invitación a la Comunidad Eclesial de
las dos Iglesias, la extra-muros con la intra-muros, y esa
comunión sólo es posible vivirla desde la diócesis, concretamente desde las
Comunidades parroquiales.
La
Pastoral Penitenciaria forma parte del conjunto dela realidad pastoral de la
diócesis, porque:
5.1.-
No es una actividad aislada. Aunque mucho tiempo ha funcionado como así,
sin tener presente ni orientaciones ni objetivos diocesanos. Este aislamiento
no sólo era pastoral, también su responsable, el capellán estaba solo.
5.2.-
No es una actividad “accidental”.Esta pastoral estaba considerada como
acción para los ratos libres o cuando no había nada qué hacer. Esta actividad
pastoral, según este criterio, nunca era importante. Lógicamente, con estos
presupuestos era imposible incluir la Pastoral Penitenciaria dentro de la
Pastoral diocesana.
5.3.-
No es una actividad meramente litúrgica. Antes a esta pastoral se la
reservaba para garantizar el culto litúrgico y la administración de sacramentos
en las cárceles, cuando todos sabemos que la evangelización engloba todas las
dimensiones del ser humano, en este caso del preso.
5.4.-
No es una actividad meramente asistencial. Aunque también esto es
Pastoral Penitenciria. Esta Pastoral abarca acciones directamente
evangelizadoras y catequéticas, al mismo tiempo que ha de cuidar la celebración
de la fe en los centros penitenciarios. Por eso parece necesario enmarcarla de
manera más concreta dentro del panteamiento pastoral de cada diócesis.
Cuando
se tiene presente todo lo manifestado anteriormente, se descubre que la
Pastoral Penitenciaria no es algo secundario ni aislado que muy bien puede ser
impusaldo por algunos voluntarios, sino una acción pastoral de la que se ha de
sentir responsable toda la Iglesia diocesana y más en concreto todas las
parroquias de la diócesis. Sus destinatarios son parroquianos y diocesanos como
nosotros.
VI.- CREDIBILIDAD DE LA IGLESIA
PARTICULAR A TRAVES DE VIVENCIA DE LA CARIDAD
Como
nos decía Joan Bestard Comas (Joan Bestard Comas es sacerdote, ex-Vicario
General y actual Deán del Cabildo de la Catedral en la diócesis de Mallorca) en
el V Curso de Formación del Voluntariado (Madrid, 5 de Diciembre de 1996): “La
Iglesia no sólo debe ser creyente, sino también y sobre todo creíble. Y la
credibilidad se demuestra a través de la fraternidad vivida”. (BESTARD
COMAS, Joan: “La Pastoral Penitenciaria en la Pastoral de la diócesis, Lugar y
responsabilidad del voluntariado social en la Pastoral Penitenciaria
diocesana”, publicado en “PASTORAL PENITENCIARIA Y PASTORAL DE CONJUNTO”.
Departamento de Pastoral Penitenciaria. Nº 5. Madrid, 1998. Pág. 103). Las
diócesis necesitan signos de credibilidad, signos de compromiso solidario, que
lograrán lavarnos la cara y presentarnos ante el mundo con un mínimo de
credibilidad. Continuo con la reflexión de Joan Bestard: (Cfr. o.c. Págs 104
y 105).
-
El “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13,34), que es la
síntesis del testamento de Jesús, nos indica que lo central en la vida de la
Iglesia es la fraternidad hecha vida y que la caridad es la verificación de la
genuina evangelización.
-
“La asignatura del amor al prójimo en la Iglesia no es optativa; es básica,
fundamental, es decisiva. Y además es una asignatura globalizante. Si ésta se
suspende, el curso global de la vida queda suspendido. Y si ésta se aprueba, el
curso global de la vida queda aprobado”.
- “La fe auténtica es la que se manifiesta en
la caridad vivida. O dicho al revés: la caridad es el test de la fe”.
- “En la medida que nos desvivamos a favor del
prójimo, sobre todo a favor del prójimo más marginado y necesitado,
encontraremos el sentido de nuestro vivir”.
–
- “Que nuestro vivir sea sinónimo de hacer vivir, de
aportar algo positivo a la vida de los más débiles. Nuestra vida se enriquecerá
y se llenará de sentido en la medida en que la entreguemos gratuitamente a los
otros. La vida se nos da y solamente la merecemos dándola”.
VII.- LA PASTORAL PENITENCIARIA
ENRIQUECE LA PASTORAL DIOCESANA Y VICEVERSA (Cfr. o.c.
Pág.107)
La
presencia de la Iglesia en el interior de la cárcel y en su entorno (familias,
prevención, reinserción), no puede ser un apéndice de toda la Pastoral
diocesana, ni mucho menos una excepción, sino que debe formar parte de toda la
actuación pastoral de la diócesis. Esta pastoral especializada, deberá enirquecer
a la Pastoral diocesana en general.
La
Pastoral Penitenciaria, con sus perculiaridades, hará que la Iglesia diocesana
sea más sensible al problema de la privación de libertad. Ayudará a que sea más
abierta y más amplia con los fallos y limitaciones de los demás. Por supuesto
que la educará en ir eliminando ese sentimiento justiciero que muchos sectores
de la Iglesia tienen, que le llevan a adoptar posturas maniqueístas, de buenos
y malos, ante actuaciones concretas, sin hacer ningún tipo de análisis de las
causas que provocan comportamientos determinados.
Este
enriquecimiento de la Pastoral diocesana, influenciada por la Pastoral
Penitenciaria, hará que la primera sea una decidida defensora de la dignidad de
la persona humana, y proclamará con fuerza que la persona humana nunca ha de
ser utilizada como un medio, sino siempre respetda como un fin en sí misma.
Esta defensa de los derechos humanos, la Iglesia lo hará desde una actitud
sincera y de fraternidad evangélica.
La
Iglesia diocesana, a través de sus Comunidades parroquiales, deberá ser un
hogar con las puertas abiertas y tener una especial sensibilidad para los
pobres, los pequeños, los enfermos y los encarcelados. Han de imitar la misma
actitud servicial de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. Han de
ser una comunidad samaritana. Han de mostrar una disponibilidad generosa y
gozosa, mostrándose alegres y felices por la acogida de un hermano suyo, de un
hijo: “Pero el padre dijo a sus siervos: traed aprisa el mejor vestido y
vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el
novillo cebdo, matadlo y comamos y celbraremos una fiesta, porque este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado. Y
comenzaron la fiesta” (Lc 15, 22-24)
Su
acción caritativa no debe quedarse meramente en lo asistencial, sino que deben
procurar ser promotores de personas e instituciones que defiendan la justicia y
vivan la fraternidad. Las comunidades eclesiales deben aprender a estar con los
últimos, en plena y total gratuidad. Han de descubrir y servir a los nuevos
pobres que genera esta sociedad del bienestar. Han de entregarse en cuerpo y
alma a comportari las carencias de los más pobres.
La
Pastoral Penitenciaria deberá estar presente en las distintas pastorales de la
diócesis: juventud, familia, salud, extranjeros, infancia, gitanos, etc; son
realidades que tienen un contenido propio pastoral, pero que están
interrelacionados con la Pastoral Penitenciaria. Es importante vivir la
Comunión Pastoral de la diócesis, y superar compartimentos estancos. Conviene
que la Pastoral Penitenciaria esté presente en el Consejo Diocesano de Pastoral
y en las reuniones de Delegados diocesanos.
Todo
esto es posible, si se crea un organismo diocesano de Pastoral Penitenciaria.
Manuel
García Souto
Capellán