Ayer tuve una visita en mi casa, llegó descalzo, tuvimos que comprarle unos zapatos, nada fácil, porque eran del 47. Lo acogimos, y le preparamos una habitación para dormir. A la hora de cenar lo subimos a la cocina para que nos acompañara; comía lentamente, pero durante mucho tiempo, siempre hablando, ya se había duchado y de vez en cuando se miraba el calzado, y luego se sonreía.
Me contó la siguiente historia:
Un día del mes de diciembre, en Alcázar de San Juan, y ya muy próximas las fiestas de Navidad, había aterrizado en el pueblo, al bajarme de un tren; a la noche acudí a la casa del cura, llamé a la puerta, me abrieron y le pregunté que si tenia algún sitio donde dormir, o si me podía dar de comer, me contestaron: No, Trabaja.
A las dos de la mañana, ya no podía más, hacía un frio terrible, y tirado en una acera, me vi obligado a llamar al timbre de una casa; esperé diez minutos, y volví a llamar, del piso de arriba, alguien dice: ¡qué quieres!; tengo mucho frío, me podría dejar pasar un rato, o darme una manta, y se cierra la venta; espero un cuarto de hora y ya derrotado, comienzo a marcharme, y escucho: ¡espera!, y veo caer una manta; la recojo y me tapo con ella, al momento me tiran comida, ¡mucha comida, para lo que yo esperaba!, gracias, le contesto, ¡espera!, y me arroja un papel, miro, ¡un billete de 100 €!!!!!!.
Comí todo lo que pude y busqué un sitio para abrigarme el frío -una esquina de la iglesia-, me enrrollé en la manta, y con la mano en el bolsillo, guardaba el dinero..
Manuel Garcia Souto
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