Cárceles privadas en EEUU un negocio millonario
TELAM – Décadas de políticas xenófobas y
de mano dura, y un sistema penal anclado en el encierro, crearon en Estados
Unidos la mayor población carcelaria del mundo y una industria multimillonaria
de prisiones privadas.
Hace poco más de 15 años, la investigadora
estadounidense y activista de los años 60, Angela
Davis, acuñó el término de “complejo
industrial carcelario” y lo comparó al poderoso y tan temido complejo
industrial militar estadounidense.
“Las
cárceles no hacen desaparecer los problemas, hacen desaparecer a los seres
humanos. Y la práctica de hacer
desaparecer a grandes números de personas de las comunidades pobres,
inmigrantes y racialmente marginadas se ha vuelto literalmente un gran negocio”,
escribió la dirigente comunista.
La mayor empresa de cárceles en Estados Unidos,
Corrections Corporation of America (CCA), fue también la primera de esta
innovadora industria.
Creada en 1983, fue ideada por Jack Massey, el
mismo hombre que a fines de los años 60 fundó Hospital Corporation of America,
hoy la mayor empresa de hospitales y centros de cirugía privados de Estados
Unidos.
Al año siguiente, Wackenhut Corrections
Corporation apareció en el mercado, una empresa que más tarde sería comprada
por el Grupo Geo, la segunda compañía más grande del complejo industrial.
“La industria surgió en un contexto dominado por
la mentalidad conservadora de la época de Ronald Reagan y por políticas de mano
dura, que crearon la suficiente demanda para convencer a un grupo de inversionistas de que existía una oportunidad
empresarial”, explicó a Télam Donald Cohen, director ejecutivo de la
organización In the Public Interest.
Según relató por teléfono desde su oficina en
Washington, las empresas comenzaron construyendo “cárceles especulativas”, es
decir que lo hacían pese a no tener contratos con los gobiernos locales o
estaduales.
Las primeras cárceles fueron construidas en
pueblos pequeños y pobres con la promesa de garantizar empleos, aumentar la
recaudación y abaratar los costos que provocaba la creciente población
carcelaria a los gobiernos.
Cumplían las mismas reglamentaciones que las
prisiones públicas y una vez en funcionamiento estaban bajo el control de los
mismos entes gubernamentales, pero, como toda empresa, su objetivo último era el lucro.
Según Cohen, desde el principio la expansión de
esta industria se basó en el “cortejo a los funcionarios”.
Primero fueron los municipios, luego los
gobiernos de los estados, principalmente en el sur del país, cerca de la frontera
con México, y finalmente, con la llegada de Bill Clinton a la Casa Blanca, el
Estado nacional.
Clinton endureció aún más la política criminal
del país, pero fue su compromiso con el fin de “la era del gran Estado” la que
redujo dramáticamente la burocracia pública y abrió la puerta a que el Departamento de Justicia comenzara a contratar
cárceles privadas para decenas de miles de inmigrantes indocumentados y
criminales.
“Para mediados de los 90, CCA era una de las
empresas que mejor cotizaba en Wall Street”, destacó Judy Green, directora de
la organización Justice Strategies, una organización especializada en política
criminal con base en Brooklyn, Nueva York.
Pero el mayor boom para el incipiente complejo
industrial carcelario llegó después de la declaración de la “guerra contra el
terrorismo” en 2001 y, especialmente, con la política para frenar la inmigración del segundo mandato del republicano George W.
Bush.
Para fines de 2010 el complejo industrial
carcelario concentraba el 8% de los presos en los sistemas federal y estadual,
y se había instalado con distinta fuerza en 30 de los 50 estados del país,
según la Oficina de Estadísticas de Justicia estadounidense.
El porcentaje parece pequeño, pero lo que llama la atención es el ritmo al que
creció la industria en relación al aumento de personas detenidas en el país.
Entre 1999 y 2010, la población carcelaria en
Estados Unidos creció un 18%, pero el número de presos en cárceles federales y
estaduales privadas aumentó alrededor de un 80%.
CCA posee
66 cárceles con capacidad para 91.000 presos, mientras que el Grupo Geo tiene
65 prisiones y puede albergar más de 65.700 detenidos. Sus ganancias anuales en
2011 fueron de 1.700 millones y 1.600 millones de dólares, respectivamente.
A nivel federal este crecimiento se basó en la
privatización de gran parte del sistema de detención de inmigrantes
indocumentados, mientras que a nivel de los estados se consiguió gracias al
“cortejo” de las autoridades locales, que permitió la firma de contratos poco convencionales.
Un informe de 2012 de In the Public Interest
analizó 62 contratos de empresas de cárceles con gobiernos estaduales y reveló que más del 65% contiene cláusulas
que obligan al Estado a garantizar una ocupación mínima del 80 hasta el 100% de
“las camas”, incluso si la tasa de criminalidad disminuye.
Por ejemplo, en Colorado, el número de crímenes
se redujo en un tercio en la última década y eso permitió el cierre de cinco
cárceles públicas desde 2009.
Originalmente, el gobierno de Colorado había
defendido la firma de contratos con prisiones privadas argumentando que el
sistema carcelario público estaba desbordado.
Sin embargo, en 2012 y tras el cierre de cinco
prisiones, el gobierno local firmó un acuerdo con CCA para garantizar durante 2013 al menos 3.300 presos en las tres cárceles
que la empresa tiene en ese estado, con un costo anual de 20.000 dólares por
preso.
Como el complejo industrial militar, la industria
carcelaria adquirió sus dones de negociación a fuerza de millones de dólares
invertidos en lobby y consiguió parte de su influencia gracias al grupo ALEC
(Consejo de Intercambio Legislativo Estadounidense).
ALEC no es un grupo de lobby formalmente.
Su slogan es “gobierno limitado, libertad de
mercados, federalismo”, su función es redactar y promocionar proyectos de ley y
sus miembros incluyen más de 2.000 legisladores estaduales y directores
ejecutivos de grandes corporaciones (hasta hace unos años, CCA y el Grupo Geo).
La agrupación está organizada por comisiones,
como los del Poder Legislativo, y cada una está liderada por un legislador en
funciones y un empresario vinculado con esa área.
Medios estadounidenses, entre ellos el diario The
New York Times y la revista The Nation, vincularon a ALEC con leyes de mano
dura, como la que permite a los ciudadanos disparar cuando sienten que su vida
está en peligro, y las principales normas que permitieron la privatización del
sistema penitenciario.
“Las empresas de cárceles no crearon las leyes,
pero ayudaron a que sean aprobadas… y tiene sentido. Si cotizás en Wall Street, tenés que crecer. Y para que tus acciones
suban, tu mercado tiene que agrandarse”, sintetizó Judy Green.
Los últimos 30 años demostraron que la única
forma que tiene el complejo industrial carcelario de aumentar su mercado es con
políticas criminales más duras.
Telam
No hay comentarios:
Publicar un comentario